Por Rita Moran
Pasan los primeros días de la gloriosa Resurrección de Jesús, luego de haber gozado con mucha alegría la transformación de mi corazón, convertido a partir de ese momento en un corazón nuevo, fuerte y lleno de esperanza, aparece un tiempo de cuestionamientos y preguntas que debo clarificar para ahondar más en mi fe.
Llega un tiempo nuevo, en el cual decidiré si estoy dispuesto a ver el resultado de la Pascua, si lo hago me preguntaré; Jesús es el camino que estoy tomando?
El misterio de la “vida y muerte” de Jesús, me llevan a proyectar mi mirada hacia más allá de la vida terrena, dejo lo frágil por confiar íntegramente en Dios, resistiendo todo tipo de tentación.
Mi recuerdo se congela en el Cristo Resucitado y no en el camino triste de su calvario, sintiendo una fuente de alegría que me reconforta y envuelve todo mi ser, he aprendido que desde esa alegría de la resurrección debo sentir mi vida en el espíritu y en la gracia de la fe.
Comienzo a juzgar mi interior desde mi seguimiento a Jesús, para poder dejar las ataduras a lo material evitando el nerviosismo, la amargura, la tristeza y la disconformidad fijando mi horizonte en el Jesús resucitado.
Es el tiempo para actuar y comprometerme asumiendo el espíritu de las bienaventuranzas en cada día, no puedo menos ante el AMOR entregado por mi Señor para liberar los pecados del mundo.
Espero con tono alegre, positivo y esperanzado por ser hija de Dios, lograr acercarme a los demás con paz y comprensión.