Una frase de Orígenes, retomada por san Agustín, san Bernardo, Lutero y otros, dice: "¿Qué me aprovecha a mí que Cristo haya nacido una vez de María en Belén, si no nace también por fe en mi alma?". La maternidad divina de María se realiza en dos planos: en un plano físico y en un plano espiritual. María es la Madre de Dios no sólo porque le ha llevado físicamente en el seno, sino también porque le ha concebido antes en el corazón, con la fe. No podemos, naturalmente, imitar a María en el primer sentido, engendrando de nuevo a Cristo, pero podemos imitarla en el segundo sentido, que es el de la fe. Jesús mismo comenzó esta aplicación a la Iglesia del título de "Madre de Cristo", cuando declaró: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8, 21; cf. Mc 3, 31 s; Mt 12, 49).
En la tradición, esta verdad ha conocido dos niveles de aplicación complementarios entre ellos, uno de tipo pastoral y el otro de tipo espiritual. En un caso, se ve realizada esta maternidad de la Iglesia en su conjunto en cuanto "sacramento universal de salvación"; en el otro, se realiza en cada persona o alma que cree.
Un escritor de la Edad Media, el Beato Isaac del monasterio de Stella, hizo una especie de síntesis de todos estos motivos. En una homilía famosa que leímos en la Liturgia de las Horas del pasado sábado, escribe: "María y la Iglesia son una madre y y varias madres; una virgen y muchas vírgenes. Ambas son madres y ambas vírgenes... por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se entiende con razón como dicho en singular de la virgen madre María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial se dice de la virgen madre María... también se considera con razón a cada alma fiel como esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda" (Discurso 51).
E l Concilio Vaticano II se pone en la primera perspectiva cuando escribe: "La Iglesia... se convierte también en madre, ya que con la predicación y el bautismo genera en una vida nueva e inmortal a sus hijos, concebidos por obra del Espíritu santo y nacidos de Dios" (Lumen gentium 64).
Nos concentramos en la aplicación personal a cada alma: "Toda alma que cree, escribe san Ambrosio, concibe y engendra al Verbo de Dios... Si según la carne una sola es la Madre de Cristo, según la fe, todas las almas engendran a Cristo cuando acogen la Palabra de Dios" (Exposición del Evangelio según san Lucas, II, 26). Le hace eco otro padre de oriente: "Cristo nace siempre místicamente en el alma, tomando carne de aquellos que se salvan y haciendo del alma que lo engendra una madre virgen" (Máximo Confesor, Comentario al Padrenuestro).
Cómo uno se convierte concretamente en madre de Jesús, nos lo indica él mismo en el Evangelio: escuchando la Palabra y poniéndola en práctica(cf. Lc 8,21; Mc 3, 31 s.; Mt 12,49). Reconsideremos, para comprenderlo, cómo se convirtió María en madre: concibiendo a Jesús y pariéndolo. En la Escritura vemos subrayados estos dos momentos: " La Virgen concebirá y dará a luz un hijo", se lee en Isaías, y "Concebirás y darás a luz a un Hijo", dice el ángel a María.
…San Francisco de Asís tiene una palabra que resume, en positivo, en qué consiste la verdadera maternidad de Cristo: "Somos madres de Cristo - dice - cuando lo llevamos en el corazón y en el cuerpo por medio del amor divino y de la pura y sincera conciencia; lo engendramos a través de las obras santas, que deben resplandecer ante los demás como ejemplo... Oh, qué santo y querido, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y deseable sobre toda otra cosa, tener un hermano y un hijo semejante, nuestro Señor Jesucristo" (Carta a los fiel es, 1). Nosotros -quiere decir el santo- concebimos a Cristo cuando lo amamos con sincero corazón y con conciencia recta, y lo damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo.
Tercera predicación de Adviento del Predicador
del Papa a Benedicto XVI y a la Curia Romana.P. Raniero Cantalamessa